viernes, 2 de octubre de 2009

Dilcia Lopez “El Silicon Valley como Paradigma. Olas Tecnologica.


“EL SILICON VALLEY COMO PARADIGMA”
El Silicon Valley es el área comprendida en torno a un radio de 50 Kms.
alrededor de San José, al sur de San Francisco, que plantea, sin duda, el
espacio de innovación más emblemático de todo el mundo. Esto es así hasta
el punto de que se ha convertido en objeto de ‘peregrinaje’ para
responsables y expertos en desarrollo regional de todos los países, lo que
ha generado una geografía de “Silicons ......”; el ‘Silicon Glen’ en Escocia,
el Silicon Wadi’ en Israel, el ‘Silicon Dragon’ en China, etc.
Las ‘olas de innovación’ en el Silicon Valley
Si hubiera que destacar un aspecto que reflejara lo más característico del
Silicon Valley, éste sería su capacidad para reinventarse a sí mismo en
función de las nuevas tendencias tecnológicas que van emergiendo (ver
gráfico adjunto). Esta capacidad de apuesta por el futuro constituye, sin
duda, lo que le diferencia de todos los demás espacios de innovación, ya
que ningún otro ha logrado, durante tanto tiempo, mantenerse en
vanguardia de la innovación.
LAS OLAS DE INNOVACION EN EL SILICON VALLEY
En estos momentos, se está produciendo un debate apasionante en el
propio “valley”, como lo denominan sus habitantes, sobre cuál será la
próxima ola de innovación. A este respecto, la corriente dominante apunta
en la dirección de ‘apostar’ por la convergencia de tres ámbitos: el de las
tecnologías de la información (infotech), el de la biotecnología (biotech) y,
por último, el de la nanotecnología (nanotech)
Este ‘espíritu’ único del Silicon Valley que le ha llevado a transformarse de
un ‘valle de emprendedores’ (valley of entrepreneurs) a un ‘valle
emprendedor’ (entrepreneurial valley) está asentado en lo que podría
denominarse su especial ‘ecosistema’.
En su origen, jugó un papel trascendental, aunque no exclusivo, la
Universidad de Stanford que gracias a la visión y dinamismo de algunos de
sus dirigentes y profesores se convirtió en su principal impulsor. También
fueron factores importantes el hecho de que no hubiera una tradición
industrial previa que pudiera bloquear la apertura de la región hacia nuevas
actividades económicas, así como la financiación por parte del gobierno
federal de actividades de I+D orientadas hacía fines de defensa, lo que
potenció sus centros tecnológicos.
En el corazón de este particular ‘ecosistema’ se encuentra la parte más sutil
y, posiblemente, menos imitable y que es lo que podría denominarse su
‘capital social’. Se trata de la coexistencia de una vocación de
competitividad y de cooperación, orientadas ambas a la innovación.
Entendida ésta con un sentido práctico, es decir volcada en tener éxito en el
mercado, lo que en el Silicon Valley constituye una verdadera obsesión. Y
en medio de este entorno se encuentra como principal ‘valor social’
normativo el que la credibilidad de las personas no se prejuzga, sino que
surge a partir de sus acciones. Parafraseando el famoso dicho, podría
decirse que en el Silicon Valley: “...tanto haces tanto vales...” (from
performance to trust).
Como soporte de todo lo anterior, ‘lubrificando’ todos los procesos se
encuentran una serie de redes e instituciones: las universidades de Stanford
y Berkeley generando I+D; los fondos de capital riesgo (venture capital
funds) aportando capital; las empresas de cazatalentos proporcionando
recursos humanos cualificados; los bufetes de abogados ayudando a
proteger los derechos de propiedad intelectual de las innovaciones; un
mercado laboral que favorece la movilidad; y, finalmente, las ‘stock options’
que compensan esa movilidad con la necesaria lealtad a la empresa.
Por último, este engranaje cultural e institucional, está ‘animado’ por el
propio dinamismo del carácter puntero de los sectores sobre los que se
asienta la economía del Silicon Valley, y por la atracción que éste ejerce
sobre los emprendedores de todo el mundo, que lo han convertido en su
particular ‘meca’ tecnológica y empresarial.
¿Se puede copiar el Silicon Valley?
El hecho es que, a pesar de la cantidad de intentos por hacerlo, hasta hora
no se ha conseguido. En este sentido, es tal el número y peculiaridad de los
elementos que lo componen (tal como muestra el siguiente gráfico) que
hace razonable pensar que tampoco sea previsible que se vaya a conseguir.
No obstante lo anterior, sí puede extraerse una lección decisiva del carácter
ejemplar del Silicon Valley, y ésta sí que se puede, al menos, aprender, y es
como a partir de recursos ‘normales’ (la Universidad de Stanford no nació
siendo lo que es en la actualidad...) una región puede, gracias a la
inteligencia de unos y la voluntad de otros, ir desarrollando las condiciones
para pasar de ser un sitio marginal a convertirse en el mismo epicentro de
la nueva geografía económica de la Sociedad de la Información.

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